Una anécdota es un cuento corto que narra un incidente interesante o entretenido, una narración breve de un suceso curioso, algo que se supone que le haya pasado a alguien.
Siempre está escrita como si se trataran de hechos reales, por ejemplo un accidente con personas reales como personajes, en lugares reales. No obstante y con el correr del tiempo, las pequeñas modificaciones realizadas por cada persona que la cuenta pueden derivar en algo con mucho de ficción, que sigue siendo contada pero en general que tiende a ser más exagerada.
Aunque a veces sean humorísticas, las anécdotas no son chistes, pues su principal propósito no es simplemente provocar excitación, sino expresar una realidad más general que el cuento corto por sí mismo, o dar forma a un rasgo en particular de un personaje o del funcionamiento de una institución, de tal manera que así se atiene o se vincula a su esencia misma.
Un monólogo breve que empiece con "Una vez un profesor preguntó a Carl Friedrich Gauss..." casi seguramente será una anécdota. Así, la anécdota está más cerca de la parábola que de la fábula, con personajes animales y figuras humanas muchas veces genéricas pero que se conectan con la realidad, aunque sin duda parábola y anécdota se diferencian en su especificidad histórica. Una anécdota tampoco es una metáfora ni tiene una moraleja, una necesidad tanto en la parábola como en la fábula.
Ejemplo:
Para tratar de motivar a sus alumnos que se mostraban apáticos en clase, un profesor tomó una jarra de vidrio, de boca ancha y la puso sobre la mesa frente a él. Luego sacó una docena de rocas del tamaño de un puño y empezó a colocarlas una por una en la jarra. Cuando la jarra estaba llena hasta el tope y no cabían más piedras, preguntó:
- ¿Está llena esta jarra?
Todos los asistentes dijeron:
- ¡Sí!
Entonces preguntó:
- ¿Están seguros?
Y sacó de debajo de la mesa un balde con piedras más pequeñas. Echó unas cuantas de esas piedras en la jarra y la sacudió haciendo que las piedras pequeñas se acomodaran en el espacio vacío entre las grandes. Cuando terminó, preguntó una vez más:
- ¿Está llena esta jarra?
Esta vez el auditorio ya suponía lo que vendría y uno de los alumnos dijo en voz alta:
- Probablemente no.
Continuó el profesor:
- Muy bien.
Y sacó de debajo de la mesa un balde lleno de arena y empezó a echarlo en la jarra. La arena se acomodó en el espacio entre las piedras grandes y las pequeñas. Una vez más preguntó al grupo:
- ¿Está llena esta jarra?
Esta vez varias personas respondieron a coro:
- ¡No!
Una vez más el profesor dijo:
- Muy bien.
Luego sacó un balde lleno de agua y echó agua dentro de la jarra hasta llegar al borde mismo. Cuando terminó, miró al auditorio y preguntó:
- ¿Cuál creen que es la enseñanza de esta pequeña demostración?
Uno de los alumnos levantó la mano y dijo:
- La enseñanza es que no importa lo lleno que estés de actividades, ya que si de verdad te lo propones, siempre podrás hacer más cosas.
Replicó el profesor:
- No. Lo que esta demostración nos enseña es lo siguiente: Si no pones las piedras grandes primero, va a ser difícil colocarlas más tarde.
¿Cuáles son las piedras grandes en tu vida?
- ¿Estudiar para prepararte mejor (y no sólo para pasar los exámenes)?
- ¿Terminar la tesis y graduarte?
- ¿Trabajar no solamente para ganarte la vida?
- ¿Apoyar alguna causa social, política o religiosa?
- ¿Ayudar al País?
- ¿Enseñar a los demás?
Recuerda poner estas piedras grandes primero, o luego no encontrarás un lugar para ellas. Así que hoy en la noche o mañana al despertar, cuando te acuerdes de esta pequeña anécdota, pregúntate a tí mismo cuáles son las piedras grandes en tu vida y corre a ponerlas de primero en tu jarra.
- ¿Está llena esta jarra?
Todos los asistentes dijeron:
- ¡Sí!
Entonces preguntó:
- ¿Están seguros?
Y sacó de debajo de la mesa un balde con piedras más pequeñas. Echó unas cuantas de esas piedras en la jarra y la sacudió haciendo que las piedras pequeñas se acomodaran en el espacio vacío entre las grandes. Cuando terminó, preguntó una vez más:
- ¿Está llena esta jarra?
Esta vez el auditorio ya suponía lo que vendría y uno de los alumnos dijo en voz alta:
- Probablemente no.
Continuó el profesor:
- Muy bien.
Y sacó de debajo de la mesa un balde lleno de arena y empezó a echarlo en la jarra. La arena se acomodó en el espacio entre las piedras grandes y las pequeñas. Una vez más preguntó al grupo:
- ¿Está llena esta jarra?
Esta vez varias personas respondieron a coro:
- ¡No!
Una vez más el profesor dijo:
- Muy bien.
Luego sacó un balde lleno de agua y echó agua dentro de la jarra hasta llegar al borde mismo. Cuando terminó, miró al auditorio y preguntó:
- ¿Cuál creen que es la enseñanza de esta pequeña demostración?
Uno de los alumnos levantó la mano y dijo:
- La enseñanza es que no importa lo lleno que estés de actividades, ya que si de verdad te lo propones, siempre podrás hacer más cosas.
Replicó el profesor:
- No. Lo que esta demostración nos enseña es lo siguiente: Si no pones las piedras grandes primero, va a ser difícil colocarlas más tarde.
¿Cuáles son las piedras grandes en tu vida?
- ¿Estudiar para prepararte mejor (y no sólo para pasar los exámenes)?
- ¿Terminar la tesis y graduarte?
- ¿Trabajar no solamente para ganarte la vida?
- ¿Apoyar alguna causa social, política o religiosa?
- ¿Ayudar al País?
- ¿Enseñar a los demás?
Recuerda poner estas piedras grandes primero, o luego no encontrarás un lugar para ellas. Así que hoy en la noche o mañana al despertar, cuando te acuerdes de esta pequeña anécdota, pregúntate a tí mismo cuáles son las piedras grandes en tu vida y corre a ponerlas de primero en tu jarra.
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